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PRESENCIA MARISTA EN QUICHARCO
Por
Francisco Contreras R.
Publicado:
17 Junio 2020
Leido 569 veces
Valioso trabajo de un puñado de Maristas en la zona rural de Rauco, Curicó.
CRÓNICA. Saliendo desde Curicó y a pocos kilómetros de andar hacia el poniente, rumbo a la costa, hay una bifurcación del camino que conduce hacia Quicharco. Nombre extraño tal vez para muchos; sin embargo, muy conocido para un puñado de personas estrechamente ligadas al Instituto San Martín.
La localidad de Quicharco – El Plumero, se ubica al nororiente de la cabecera comunal entorno a las rutas J-448 y J-40, es un loteo habitacional perteneciente a la vecina comuna de Rauco. Recorrer hoy su paisaje es encontrarse con plantíos de árboles frutales, crianceros, pequeñas parcelas en una zona sometida en lo últimos años a una escasa pluviosidad, prolongadas sequías, malos olores y contaminación, problemáticas en vías de solución según la autoridad edilicia.

Al ingresar a la población de Quicharco, por la calle Hermanos Maristas, constatamos que esta ha crecido sostenidamente a la par de nuevos conjuntos habitacionales y notoria combinación multicultural, mezcla entre lo típico de nuestro campo y la influencia de habitantes de otras nacionalidades, idiomas e idiosincrasias.

LOS ORÍGENES: Un poco de historia.

El 18 de abril del año 1998, SS el Papa Juan Pablo II canonizó en la Plaza de San Pedro, Ciudad del Vaticano, a Marcelino Champagnat reconociéndose como santo de la iglesia universal. De esa forma, este histórico hecho para la congregación Marista situaba a su icónico fundador de origen campesino, pastor y creador de la obra de los hermanitos de María en conexión directa con una comunidad Marista muy lejana, Curicó conmovida por el acontecimiento.

Ello motivó a directivos colegiales, padres, apoderados y estudiantes de la época a testimoniar con gesto concreto el legado de San Marcelino. Liderados por el rector de la época, Claudio Castillo Faúndez, pastoral del colegio, centro de padres y el clamor de la comunidad marista del Instituto San Martín, se decidió - luego de analizadas variadas propuestas- construir una capilla en una localidad rural, haciendo directa alusión al origen y trabajo desplegado por Champagnat en la campiña francesa de Marhles.

Vital fue el empuje inicial de un grupo de apoderados. Entre ellos el arquitecto Cristian Calaf, Ena Fuentes, Nélida Maldonado, Gilda Andrade, las Damas Maristas de entonces y profesorado, que darían forma a la incipiente idea.

Sondeados diversos lugares y gracias al apoyo del obispado y municipio de Rauco se contó con un terreno cedido en comodato para cristalizar el proyecto. El lugar, en esos años era apenas un pequeño conjunto de modestas casas que se alineaban frente a una polvorienta o barrosa calle según fuese la estación del año. Allí, luego de una Misa que ofició el fallecido P. Jorge Ramírez CMF, director de Pastoral del colegio, simbólicamente se instaló la “primera piedra”, cápsula de tiempo que contiene hasta un ejemplar del diario La Prensa con la edición del día del acontecimiento.

En el instituto, la organización de la pastoral junto al Centro de Padres, de estudiantes (CAIS) y estamentos llevó a solventar los costos de amueblar este nuevo centro de oración marista. Cenas a beneficio, rifas, shows que incluso trajeron al cantante José Alfredo “Pollo” Fuentes permitieron con bastante creatividad reunir los siempre esquivos recursos financieros. Por otra parte, las Damas Maristas se juntaban en el colegio o en sus hogares para bordar manteles para el altar, los cuartos medios contribuyeron con el altar, otros reunieron recursos en una campaña pro aposentadurías que llevó a cada curso a aportar una banca para la capilla y que testimonia hasta hoy una pequeña placa recordatoria de la donación. En fin, nadie se restó de ser parte de dicha iniciativa.

En abril del año 2000 una masiva concurrencia que buscó diversos medios de transporte llegó para la esperada inauguración de la nueva capilla San Marcelino Champagnat de Quicharco. La Eucaristía contó con la bendición del obispo de entonces, Monseñor Horacio Valenzuela junto a la presencia del rector Castillo, hermanos de la comunidad marista, educadores, administrativos y auxiliares, padres, apoderados y familias del instituto. Y lo más importante, las familias de una comunidad rural agradecida por la presencia del colegio entre ellos. El otrora terreno baldío había cobrado vida, una nueva dimensión de presencia espiritual donde el carisma marista de su fundador comenzó a arraigarse en el lugar.

SOSTENIDO APOYO.

Sostener una obra en el tiempo requiere dedicación, entrega, sacrificios y renuncias. Es necesario señalar que la presencia de nuestro colegio ha sido fundamental; el acompañamiento de los recordados hermanos recientemente fallecidos José Luis GorríaJulián San Esteban fue altamente tonificante. Hasta antes de la pandemia, las eucaristías estaban a cargo del párroco de Rauco.

Pero para ser justos con esta crónica, ha sido también el fiel testimonio de un puñado de ex apoderados que ha mantenido viva la llama de Marcelino en la localidad.

Han transcurrido casi 20 años desde la apertura de la capilla de Quicharco. Hasta hoy un grupo de ex apoderadas, Sras. Ena Fuentes Mazzola, Nélida Maldonado, Gilda Andrade, entre otras han seguido con esta colosal e infatigable obra misionera formando fuertes lazos de verdadera familia marista.

Su rol, según han manifestado a este medio ha sido el de acompañar espiritualmente. No ha sido una presencia dedicada a la asistencialidad o entrega de bienes materiales, aunque sí han intercedido para atender situaciones de personas que requirieron de aquella mano amiga y cercana que acompañó en momentos de dolor, incertidumbre y también alegrías.

Su presencia, sutil y a la vez decidida a través de estos veinte años ha sido gravitante para sostener el proyecto de inserción rural del carisma marista de San Marcelino Champagnat ante la comunidad rural de Quicharco. Su explosivo desarrollo y población matizada con lo local, lo nacional y lo foráneo han dado forma a nuevas necesidades, emergentes problemáticas y donde la capilla San Marcelino Champagnat, en el vértice de las recién bautizadas calles Hermanos Maristas con Marcelino Champagnat espera para encauzar las necesidades de índole espiritual de quien lo requiera.

Ese hálito de esperanza tiene su mejor evidencia en el presente: casi una veintena de niños se preparó el año 2019 para su primera comunión, todos de la mano de ese conjunto de decididas ex apoderadas maristas catequistas junto al apoyo de la pastoral, rectoría y hermanos como José Luis Arranz que integra la fraternidad de ex apoderados los que han manteniendo vivo el fervor de un pastor de Marhles que un día incubó un sueño simplemente confiado en Dios y María, “nuestra buena Madre”, expresando sostenidamente:

No puedo ver a un niño o a un joven
sin sentir profundas ganas de gritarle
lo hermoso que es vivir el gran amor
que el Padre Dios nos tiene
.

La invitación es, querido lector y lectora a que tú también te sumes a esta presencia Marista en Quicharco: alguien también te necesita allá.
 

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