La ausencia del elogio está cada vez más presente en las familias de clase media y alta.

No vemos a los hombres elogiando a sus mujeres o viceversa, no vemos a los jefes elogiando el trabajo de sus subordinados, no vemos nunca a los padres e hijos elogiándose.

Sólo vemos personas superficiales y fútiles dando valor a artistas, cantantes, deportistas, humoristas, a personas que usan la imagen para ganar dinero y que, por consecuencia, son personas que tienen la obligación de cuidarse el cuerpo y el rostro.

Esa ausencia de elogio ha afectado mucho a las familias. La falta de diálogo en sus hogares, el exceso de orgullo impide que las personas digan lo que sienten y llevan esa carencia a los consultorios. Destruyen sus matrimonios y acaban buscando en otras personas lo que no consiguen dentro de su casa.

Comencemos a dar valor a nuestras familias, a nuestros amigos, alumnos, subordinados, etc. Vamos a elogiar al buen profesional, la buena actitud, la ética, la belleza de las personas que nos acompañan en el trabajo, el comportamiento de nuestros hijos.

Vamos a observar las cualidades buenas de las personas. El buen padre o la buena madre, el buen amigo, el buen hijo, el buen profesional, la buena ama de casa, la mujer y el hombre que se cuidan mutuamente… En fin, vivimos en una sociedad en la que uno necesita del otro. Es imposible vivir solo y aislado y los elogios son la motivación en la vida de cualquier persona.

 ¿A cuántas personas podría usted hacer feliz hoy elogiándola de alguna manera?


 Entonces, manos a la obra. Elogiemos, felicitemos hoy a alguien.