<b>El limpiador de tu
alma</b> es el perdón. Deberás usarlo todo el tiempo apenas veas una
impureza, aplícalo. No te acuestes nunca sin haber pedido perdón y
sin haber perdonado. El resultado será que en paz te acostarás y
asimismo dormirás y tu sueño te sustentará.
La hidratante de tu alma es la oración. Si
no hidratas la piel de tu rostro, se marchita. Así, si no oras, tu
alma se reseca. Pero a medida que confías en Dios, el afán y la
ansiedad desaparecen y aprendes a reposar y esperar en el Señor.
El tonificante de tu alma es la alabanza.
Cuando alabas y das gracias a Dios y vuelves a EL tus pensamientos,
cuando te olvidas de ti mismo, sin egoísmo en tu corazón, quedas
libre para que Dios ponga en ti su gozo.
La nutritiva de tu alma es la Palabra. Así
como en lo físico no puedes vivir sin alimentos, tu alma necesita el
alimento de la Palabra de Dios. Cuando te alimentas con la Palabra,
la debilidad y la confusión desaparecen. Serás como un árbol
plantado junto a corrientes de agua.
El Protector de tu alma es la coraza de la
fe. Con la fe te protegerás de las inclemencias de la vida, mirarás
por encima de las circunstancias y pasarás victorioso. A través de
ti, Dios moverá montañas y alcanzarás a otros.
Si usas a diario estos productos de belleza,
tu alma se mantendrá limpia y tu corazón será puro.
Te saciarás de bien, de modo que te rejuvenezcas
como el águila.
El que alguien toque mi vida es un privilegio.
Tocar la vida de alguien es un honor, pero ayudar a que otros toquen
sus propias vidas es un placer indescriptible.
Hasta el próximo domingo, si Dios quiere