Continuando con el
tema iniciado el domingo pasado, hoy compartiré con ustedes, amigos
lectores, el testimonio de un matrimonio de mi colegio, Instituto
San Martín de Curicó, que tiene una hija de 8 años en tercero
Básico.
Esto es lo que me comunicaron:
El nacimiento de nuestra hija, María Antonieta, nos llenó de
alegría y gratitud a Dios por tan hermoso regalo.
¿Que cómo le hablamos de Dios a una niña tan pequeña Estamos
convencidos de que el mejor lenguaje para hablar de Dios es el amor
porque EL es amor. Cuando amamos a un niño y él se siente amado, lo
estamos preparando para amar a los demás y para sentir que Dios
también le ama.
Desde que nuestra hija era pequeñita, rezamos con ella. Al
acostarse, pedía a Jesús por papá y mamá, por sus abuelitos, sus
amigos, los niños de todo el mundo. Tampoco falta el ángel de mi
guarda, dulce compañía
ni el beso a los papás, a Jesús y a la
Virgen. María Antonieta tiene en su dormitorio una imagen de la
Virgen María y después de darle un beso, la guarda en una caja para
que también ella duerma. ¡Cosas de niños que a la Virgen le harán
sonreír!
Hace dos años murieron dos de sus abuelos, a los que quería mucho.
Esta circunstancia nos ha servido para
hablarle del cielo, donde están ahora, y desde
allí nos ven y nos cuidan. Muchas veces miraba
al cielo y decía: Ahí están los abuelitos mirándonos pero yo no los
veo.
La llevamos a misa con nosotros para que vea que tenemos otra
familia, la familia de Jesús, con la que nos encontramos los
domingos por la mañana. Nos reunimos en la casa de Jesús,
cantamos, rezamos y EL nos da un pan especial
Queremos enseñarle a nuestra hija el lenguaje de la solidaridad para
que hable con Dios. Este idioma lo practicamos a la hora de bendecir
la mesa, recordando a las personas que no tienen comida ni tantas
cosas como nosotros y, por tanto, tenemos que compartir con ellos lo
que nosotros tenemos.
Estamos conscientes que a través de nuestra hija, de sus caricias,
sus alegrías y sus preguntas, Dios nos habla a los padres y debemos
estar muy atentos para escuchar lo que nos vaya diciendo. Esto
produce en nosotros, sentimientos de alegría y agradecimiento, pero
también de responsabilidad para que seamos capaces de responder al
proyecto que Dios tiene para nuestra familia.
Ojala aprovechen el domingo, día del Señor, para hablar en familia
de Dios.