<b>La virtud cívica de la tolerancia</b> no es una actitud pasiva,
ni mucho menos cobarde, que consiste en renunciar a las propias
ideas. La tolerancia tampoco quiere decir debilidad, falta de
carácter o escasa firmeza en los planteamientos. La virtud de la
tolerancia no impide en ningún momento la manifestación clara y
decidida de las propias convicciones. La persona tolerante sabe
afirmar sus puntos de vista sin arrasar los ajenos.
La tolerancia genuina no es permisiva, sino sano pluralismo
plenamente aceptado y vivido.
La tolerancia es una virtud cívica muy importante que en una
sociedad democrática se hace cada vez más necesaria. Ser tolerante
significa saber respetar todas las actitudes, las ideas y los
programas que honradamente intentan construir el bien común.
En el campo político, tolerancia quiere decir verdadero espíritu
democrático. Y en el campo religioso, significa sincero respeto por
todas las creencias.
Un hombre tolerante, en política, es un demócrata que sabe que tiene
adversarios, pero no enemigos, y que es consciente de que partido
proviene de parte y que una parte no lo puede monopolizar todo. A
la ciencia política nadie ni grupo alguno la posee en exclusiva.
Una persona tolerante, por tanto, es siempre una persona básicamente
humilde y sanamente relativizadora.
Un hombre tolerante, en religión, admite de buen
grado el pluralismo confesional y quisiera que siempre fuese
respetado el principio fundamental de la libertad religiosa que
consiste en que nadie sea coaccionado a creer, pero que a la vez
todo creyente pueda manifestar libremente su fe.
La tolerancia, correctamente entendida, es un signo de madurez y el
diálogo, el respeto mutuo y la convivencia civilizada y en paz son
sus principales frutos.
La tolerancia admite y quiere positivamente la diversidad; respeta
todas las ideas, aunque no siempre las comparta.
La tolerancia quiere la paz fundamentada sobre la
justicia, la verdad y la libertad, abandona la ley del Talión y
adopta decididamente el evangelio secular de la declaración
Universal de los Derechos Humanos.
La tolerancia es humilde y nunca exhibe su autosuficiencia, sabe
perder, sin hacer de la derrota una tragedia; admite la crítica,
y la encaja con elegancia.
La tolerancia está abierta al cambio, adopta una respetuosa
postura crítica ante el pasado y sabe asumir a todas las
realidades positivas presentes y futuras.