Ser padre es decir una palabra, hacer un
gesto, inventar un juego, contemplar con cariño y
guardar silencio. Es corregir una vez, animar muchas
veces y sonreír siempre.
Ser padre es un estilo de asumir la vida. Es ser todos
los días y todas las horas. Es acelerar la vuelta a casa
para recibir abrazos y besos.
Ser padre es entregar los ojos, sufrir insomnio,
sentir orgullo y amar cada minuto. Es acariciar desde el alma
hasta el corazón del hijo, porque los hijos son las esperanzas y
el por qué de nuestras vidas.
Ser padre es no medir el sacrificio para que los hijos crezcan
en equilibrio, es ser capaz de cualquier renuncia para no dañar
su historia.
Honrar a los padres significa respetarlos,
comprenderlos y ayudarlos en las dificultades. Pues ser
padres es ir con el hijo como compañero, en su camino
sin querer controlar todos sus pasos. Es confiar en él y
amarlo no por su belleza ni su inteligencia, sino porque
es él.
Ser padre es ser animador de sus talentos y servidor de
una vida que no nos pertenece.
Los hijos, dice el poeta, nunca analizan el
sentimiento del padre porque el brillo de la madre es tan fuerte
que lo eclipsa, sólo le hacemos justicia a su íntimo sentir
cuando nos toca vivir a nosotros su problema.
El bien que hayas hecho a tu padre no será olvidado, cuida de tu
padre cuando llegue a viejo y mientras viva, no le causes
tristeza.
¡Ah! si mi padre supiera que recién lo
comprendí y por qué nunca me dijo del modo que me
quería....
¡Ser padre es parecerse tanto a Dios!. Es tener sus
ojos, su mirada, su criterio y su palabra. Es reflejarlo
y prolongarlo.Es decir Padre
nuestro y sentir a Dios en lo profundo.
Ser padre, Dios mío, es tener tu rostro, tu misión y tu
figura aquí en la tierra.