Se puede diferir de un pensamiento, de una actitud o de una emoción y expresarlo sin ofender. La inteligencia del hombre es tolerar y controlar sus propios impulsos y no producir conflictos al diferir de otra persona.
Y recalco que la asertividad no es la expresión rígida y prepotente que se suele encontrar en personalidades con rasgos autoritarios y violentos.
Me he encontrado en varias oportunidades con personas que se definen como muy “francas y directas”, pero la forma de expresión es fría, dura e impersonal.
Y lo que ocurre es que caen en la ofensa, en la descalificación y en la pesadez y esto, por supuesto, no es agradable, ni menos asertivo.
La asertividad también puede contener elementos firmes pero no primitivos, no es necesario desestimar al otro para sentir que se tiene la razón.
Un concepto tan en boga, como el de la asertividad, se debería practicar en forma consciente y responsable, de tal manera que la propia autenticidad aflore en las relaciones interpersonales y permita aprender de los demás muchas cosas que ayudan a crecer y desarrollarse.
No todos los seres humanos son iguales ni piensan de la misma forma.
Tampoco sus sensibilidades son las mismas; son diferentes, tienen valores, creencias, y esto es lo que cada persona en su propia identidad defiende. Por supuesto, esto es lo más respetable, siempre y cuando lo que se exprese sea comprensible y factible dentro de un marco integral humano adecuado.

Por Carmen Luz Cea, sicóloga clínica y social
En "revista Ya" de El Mercurio de Santiago.