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Página escogida: Coherencia y Paz
Por
Francisco Contreras R.
Publicado:
11 Marzo 2013
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En un tiempo de perturbaciones y desencuentros, de agitación interna y externa se clama por la paz, por un mundo en paz, y qué es esto sino un estado de coherencia entre la dinámica que viene del espíritu, representada en la palabra de los grandes maestros espirituales de todos los tiempo, y lo que efectivamente ocurre en la acción.<br /> (Patricia May)<br />  
Coherencia entre los valores del alma, el pensamiento, la palabra y el acto. Qué ajeno es esto en los tiempos que corren, casi podríamos afirmar que están out los valores que aluden a la integridad personal, la dignidad y la coherencia y, sin embargo, reclamamos por el estado del mundo culpabilizando y exigiendo a otros, los gobernantes, los dirigentes, los políticos, los intelectuales, a todos menos a nosotros mismos. Mas, ¿cómo conseguiremos generar un mundo en paz si la contradicción, la violencia, la incoherencia entre lo que es la realidad concreta y lo que anhelamos está entre nosotros? La paz nace de un estado de coherencia entre nuestra esencia, pensamiento, sentimiento y acción.

El mundo social y cultural que hemos exudado no es más que el reflejo del estado interior y personal de los seres humanos. La pobreza, la guerra y el dolor social y personal son el fruto manifestado de la desconexión y la brecha que abrimos entre el espíritu y la acción. Con nuestro rollo permanente, con nuestro actuar desde la rabia, la envidia o el miedo colaboramos con la irritación mundial. ¿Por qué pedir al mundo lo que no soy capaz de hacer en mí’ ¿Qué cambios y transformaciones sociales lograremos si no cambiamos el estado básico de incoherencia en que éstas se sustentan, que somos nosotros mismos?

Las contradicciones entre el discurso público y la vida personal constituyen un ruido que no permite la paz. Los discursos altisonantes e intelectuales que exaltan virtudes éticas, los sermones de padres a hijos, o de superiores a inferiores, de autoridades políticas o religiosas muchas veces no van acompañados de la exigencia ética básica, que lo que se está diciendo constituya algo que se ha hecho carne y vida en el que lo dice.

La paz tiene que ver con un estado de integración personal en que sentimos que estamos siendo verdaderos, que en lo posible no nos estamos engañando respecto de lo que somos y de nuestro actuar en el mundo, que estamos viendo a ojo desnudo nuestras falencias y reorientándolas de acuerdo con lo que nos indica nuestra brújula interna.

Quizás para nosotros la tolerancia es un gran valor y descubrimos que en lo íntimo y cotidiano somos intolerantes; o pensamos que los afectos son lo principal y, sin embargo, no les damos tiempo, o que confiamos en los procesos de la vida, o en Dios y vivimos muertos de miedo a lo que pueda ocurrir, o que el dinero es sólo un medio y lo transformamos en una obsesión por la cual estamos dispuestos a vender lo mejor de nuestros momentos. Son este tipo de contradicciones las que muchas veces nos hacen ruido y no nos permiten vivir en paz.

Vivir en paz es vivir en honestidad nuestros procesos, es estar tranquilos en la idea de que no le hemos hecho el quite a la vida, sino que la hemos mirado con ojos desnudos y hemos sido capaces de romper con nuestras propias prisiones para ser de verdad, y desde nuestra propia pacificación, ser pacificadores del mundo.

Texto: Patricia May (Antropóloga)
Compilado por Profesor Francisco Contreras
 

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