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Perfil religioso de San Marcelino Champagnat
Por
Instituto San Martín .
Publicado:
2 Junio 2009
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Al acercarse el 6 de junio, fiesta de nuestro Santo Fundador, mi corazón salta de gozo y se regocija en el Señor.


Deseando que ustedes apreciados lectores, conozcan más a este Santo Fundador, apóstol de los niños y de los jóvenes, enamorado de María, nuestra Buena Madre, trataré mostrarles con algunas pinceladas el “PERFIL RELIGIOSO DE SAN MARCELINO CHAMPAGNAT”, Fundador de los Hermanos Maristas.

La vida de San Marcelino llama la atención a todos sus admiradores, seguidores y devotos por lo siguiente:

1. POR SU VIDA DE ENTREGA A DIOS. Marcelino fue un hombre de profunda vida teologal, puesta de manifiesto por un gran sentido de Dios. Para él Dios era el centro de su vida. Su fe viva y actuante se pone de relieve en esta frase: “En cuanto a mí, me sería tan fácil estar recogido en las calles de París como en los desiertos de Siberia”. De esta fe nace en él una vida interior centrada en la presencia de Dios en él, la cual le lleva a “ver en los acontecimientos la mano de Dios”, y a una vida de oración tan profunda que admiraba a cuantos le veían celebrar la Misa y orar. Para él la oración era el “punto capital”.

2. POR SU AMOR A LOS HERMANOS. El padre Champagnat siempre manifestó un gran amor a sus Hermanos. Uno de sus primeros discípulos, el Hermano Lorenzo, decía: “Una madre no ha tenido más ternura hacia sus hijos que el padre Champagnat para con nosotros… Nos amaba verdaderamente en Dios”.

Su vida entera la entrega a sus hermanos, entre los cuales vive, con quienes comparte penas, inquietudes y alegrías. “Su gran gozo y consuelo era estar con los Hermanos, rezar y trabajar con ellos, y su gran deseo era que se amasen unos a otros”.

3. POR EL EJEMPLO DE SU VIDA. Un santo, para dar testimonio, no necesita más que existir. El biógrafo del Padre Champagnat nos dice que “comenzaba a practicar lo que pedía, confirmaba sus instrucciones con su ejemplo y no pedía a sus hermanos lo que El no había practicado primero”.

Durante la construcción de la casa del Hermitage, su gran sentido de comunidad le hace estar el primero en el trabajo, trabajar sin descanso, compartir con los Hermanos el alimento y la habitación y, de ordinario, tomaba para sí lo peor.

Para el padre Champagnat, la fuerza principal de la educación era el buen ejemplo. He aquí algunos de sus principios: “La educación es obra del buen ejemplo”: el niño se instruye más por los ojos, que por los oídos; la virtud se enseña con el ejemplo; el lenguaje de los actos es más eficaz, fuerte y persuasivo que el de las palabras. 4. POR LA AUTENTICIDAD DE SU VIDA. Marcelino era, ante todo, un santo que nos dejó el testimonio de una vida auténtica, en la cual hubo perfecta adecuación entre su ser y su parecer, entre su ser y su palabra.
Su gran preocupación fue ser antes que parecer: ser virtuoso antes que predicar; vivir, antes que querer engendrar la vida.

El método del padre Champagnat fue el de la santidad personal, tal como nos lo pone de relieve este testimonio: “De los alrededores del Hermitage acudían a la capilla para ver rezar y celebrar la Santa Misa al “buen Padre, al Santo”.

Seamos CHAMPAGNAT hoy en medio de nuestro mundo. Que su perfil religioso nos motive a ser como él quería: “buenos cristianos y virtuosos ciudadanos”.

Aprovecho para invitar a los miembros y amigos de la Familia Marista a la Eucaristía que tendrá lugar el sábado 6 de junio en el gimnasio del Instituto San Martín, a las 19 horas, en honor de San Marcelino Champagnat.

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