Mes de noviembre. 29 días para pensar en la vida y un día para
pensar en la muerte, en los muertos.
La muerte, tremendo problema,
misterio insondable e incomprensible. En todos los tiempos y en
todos los pueblos la muerte ha sido y es la pregunta e interrogante
principal y fundamental. ¿Por qué tengo que morir ¿Cuándo y cómo
moriré Y después de la muerte, ¿Qué pasará.
Vida y muerte, dos posturas contrarias. Dos modos inquietantes del
hombre. Por no morir nadie quiere abandonar la carrera de esta vida.
Todos queremos ser alguien y vivir. Pero ¿Dónde y en quién
encontramos la vida ¿Cómo vencer el miedo a la muerte Yo pienso
que estas son dos preguntas claves, cuya respuesta solo puede
dárnosla la fe en el Señor Jesús. Porque es el mismo Cristo quien
nos dice: Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mi,
aunque muera, vivirá (Jn.11,24)
Ciertamente que en Cristo encontramos la luz y la claridad que
necesitamos para encontrarle explicación satisfactoria a todo este
problema de la vida y la muerte. Solo Jesús es capaz de decirnos
quiénes somos, de dónde venimos y para que estamos en esta vida. El
nos da la clave para encontrar un sentido profundo al vivir y hasta
al morir. Vivir es ponerse en paz con el Señor y con los demás. Es
tener actitud de servicio y de amor a los hermanos. Y eso es la
fuente de alegría y del vivir del hombre.
La muerte, según San Pablo, constituye un encuentro vivo con el Dios
de la misericordia y del amor. Jesús ha resucitado para llevarnos al
encuentro del padre. Y es esta fe en la resurrección de Jesús la que
nos da el sentido pleno del vivir. Gracias a esta vida que
experimentamos en Jesús, tenemos la capacidad para amar, para
servir, para alegrarnos y estar dispuestos al optimismo y abiertos a
la esperanza de un mañana mejor. Por eso podemos soportar las
adversidades y contrariedades de la vida.
La muerte es así vida y semilla de esperanza y fuente de eternidad.
Vivimos en Cristo y morimos con EL para encontrarnos con El. De ahí
es que San Pablo va a repetir varias veces: para mi la muerte, el
morir, es una ganancia, porque es la posibilidad del encuentro con
el Señor. Por eso morir en Cristo es vivir para siempre.
Hoy domingo, la Iglesia Católica celebra la Conmemoración de todos
los fieles difuntos. Y nos invita a orar y a celebrar la Santa Misa
por el eterno descanso de nuestros difuntos queridos. Sabemos que
en la tierra de Dios, en la otra orilla, ellos viven, nos aman,
están cercanos, nos ven. Nos alientan, nos ayudan, nos sonríen y
esperan de cada uno lo mejor. Ellos abandonaron la tierra
dejándonos el regalo de su fe viva y despierta.