"<b>Evangelizar
educando</b>".
Nuestra misión, que nos legó San Marcelino Champagnat, es
"<b>dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar</b>".
María es el modelo perfecto para el educador marista, como lo fue
para Marcelino. María, mujer laica, primera discípula de Jesús,
orienta nuestro camino en la fe. Como educadora de Jesús de Nazaret
inspira nuestro estilo educativo.
María recorrió un itinerario de fe, como el nuestro. Aunque se educó
en la tradición de su pueblo, quedó cautivada por la extraordinaria
intervención de Dios en su vida.
Conoció las alegrías y las penas de la vida. Se maravillaba ante la
grandeza de Dios incluso cuando se sentía perpleja. Con fe dejó
actuar al Espíritu Santo. Con fe ponderaba los acontecimientos de su
vida y la de su Hijo. Con fe respondió de todo corazón, sin esperar
a tener una respuesta a sus preguntas, desde el si en la
Anunciación hasta el dolor al pie de la Cruz. Con fe se convirtió en
una humilde seguidora de la nueva familia de Jesús, cuyo solo deseo
es hacer la voluntad del Padre.
En Nazaret, junto a José, proporcionó a Jesús la unidad familiar y
el amor que necesitaba para crecer. Cuando Jesús
fue adolescente, le dejaron desarrollar su propia
identidad. Incluso cuando esto provocó malentidos, confiaron en
El y siguieron ayudándole a crecer en sabiduría, edad y
gracia. Dentro de la Comunidad cristiana y desde sus comienzos,
María siguió llevando a cabo su misión de madre y educadora.
El aspecto mariano de nuestra espiritualidad se manifiesta, ante
todo, en el deseo de imitar sus actitudes para con lo demás y
con Dios. María está en medio de nosotros como símbolo de unidad
y misión, igual que lo estaba entre los apóstoles el día de
Pentecostés. Como Marcelino, vemos en Ella a nuestra Buena Madre
y Recurso Ordinario, y le expresamos nuestra devoción, de manera
personal, familiar, sencilla, siguiendo las prácticas de la
Iglesia y las tradiciones locales.
Llevamos esta dimensión mariana a nuestra catequesis y momentos
de oración con los niños y los jóvenes. Les enseñamos a amar y
honrar a María. Procuramos que aprendan a imitarla en su
ternura, su fortaleza y constancia en la fe, y les animamos a
que acudan a Ella frecuentemente en la oración.
En todo lo que hacemos, los educadores nos asociamos a María,
para hacer nacer a Jesús en el corazón de los niños y los
jóvenes. Todo a Jesús por María. Todo a María para Jesús