En el logo de la canonización se representaron tres elementos entrelazados: una letra, el movimiento que despliega la M y la esfera del globo terráqueo. Tradicionalmente se ha considerado al analfabetismo como un indicador de las carencias educativas. La promoción de la persona, que pasa por desarrollar al máximo sus cualidades, implica la capacidad de SABER LEER EL MUNDO DE LA VIDA. La ignorancia del joven Montagne estimuló al joven sacerdote Marcelino, de 27 años, a crear el Instituto de los Hermanos Maristas. La letra seleccionada del alfabeto es la M porque simboliza en una magnífica triada:
- A MARCELINO,
- A MARÍA,
- A LOS MARISTAS.
 
La fraternidad fundada por Marcelino se abrió al mundo, hasta las extremidades de la tierra. Primero, rebasando los límites regionales de Lyon (Francia). Luego al enviar hermanos a Oceanía, conservando la responsabilidad de la fundación. Hoy día la historia continúa a través de los más de 6000 hermanos dispersos en el orbe. El proyecto de su misión no se encerró en si mismo de manera egoísta, sino que se abrió a la plenitud del mundo. El 18 de abril de 1999 tuvo lugar el reconocimiento oficial, como acto importante del Magisterio de la Iglesia, de la santidad de Marcelino. El corazón de Champagnat alcanzó así la entraña del mundo porque dejó que Dios arraigara en su propia vida: “Un día brilló la luz en la vida de Marcelino. El don que recibió se transformó en vidriera de fuego, y los colores del Evangelio resplandecieron en los cuatro puntos cardinales”.
 
Acompañan a esta nota, una delicada colección de vitrales con motivos alusivos a la vida de nuestro Santo Marcelino Champagnat que se encuentra en la capilla de Marcelino en Nuestra Señora del Hermitage, Francia.