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Contención emocional de niños y adolescentes.
Por
Francisco Contreras R.
Publicado:
24 Octubre 2019
Leido 14170 veces
Puntos de referencia para apoyar a nuestros hijos e hijas
PSICOLOGÍA. La irrupción de la crisis social y política de profundo y diverso origen en la sociedad chilena ha significado un cambio radical, recordando a Pierre Bordieu, de nuestro “Habitus” cotidiano.
Ese cambio ha venido acompañado de incesante información de diverso origen en los medios de comunicación (televisión, radios, Facebook, WhatsApp, Instagram, twitter). Por otra parte, está la propia percepción directa de ruidos ambientales diferentes a los habituales, cacerolazos, gritos y consignas, masiva y activa presencia de ciudadanos en las calles, fuerzas policiales o de las fuerzas armadas, entre muchos más que pueden comprometer la estabilidad emocional de nuestros hijos e hijas. Como padres y apoderados responsables debemos estar atento a ello.

MUCHAS PREGUNTAS

¿Cómo le hablo a mis hijos sobre lo que está pasando? ¿Cómo saber si la situación le está afectando? ¿Cómo protejo a mi hijo o hija de tanta tensión? ¿Cómo mantengo la calma?

Muchas otras preguntas emergen fácilmente. Algunas pistas las podemos encontrar en el documento “¿Qué podemos hacer? Ayudando a nuestros hijos en tiempos de violencia y conflicto social”, de Carolina Oteiza (2014) y un grupo de profesionales del área permite clarificarnos.

NIÑOS Y NIÑAS EN EDAD PREESCOLAR (0 a 5 años).

Por ejemplo, “Los niños menores de 5 años no pueden entender bien lo que está pasando a su alrededor y esto, en parte, los protege de la situación de tensión que vivimos. Sin embargo, aún los más pequeños, perciben y absorben la angustia y ansiedad que nosotros tenemos. Sienten que algo no está bien, aunque no entienden qué y por qué”.

A estas edades, con frecuencia, los juegos de los niños recrean, una y otra vez, detalles de lo que está sucediendo. Elementos de la realidad, palabras, situaciones o imágenes aparecen en su juego. A través del juego los niños expresan sus angustias, sentimientos y emociones. A través del juego, de la dramatización de los eventos, los niños tratan de manejar y dar sentido a lo que está sucediendo, buscan tener algo de control sobre la situación. En estos momentos, el juego se convierte en su terapia. Jugar es una manera intuitiva de tratar de entender, de expresarse, de cuidarse y de sanarse.

La autora recuerda que las reacciones de los preescolares están altamente afectadas por las reacciones de los padres, o de los adultos que los cuidan.

Algunas de las reacciones típicas y normales de menores de 5 años son:

Se aferran a sus padres o personas que los cuidan. Quieren estar pegados a ellos. No se quieren separar Lloran, gritan o se quejan con más frecuencia Vuelven a tener a comportamientos de un niño menor (volver a hacerse pipí en la cama, chuparse de nuevo el dedo ...) Sienten miedo a que algo malo le pase a la persona que los cuida Tienen miedo a irse a dormir, a la oscuridad, a salir de la casa. Evitan el contacto con personas o situaciones que no conocen. Se vuelven intranquilos, corren de un lado a otro. Se portan ‘mal’, haciendo cosas que no deben, se vuelven agresivos Se vuelven muy pasivos o callados. Recrean eventos traumáticos a través del juego.

NIÑOS Y NIÑAS EN EDAD ESCOLAR (6 a 11 años).

Los niños en edad escolar, aunque todavía no entienden bien todo lo que pasa, ya perciben y saben lo que significa una amenaza para ellos y para otras personas. A esta edad todavía les cuesta entender ideas abstractas, pero son capaces de comprender explicaciones concretas, sencillas, adaptadas a su nivel.

Ahora no sólo ven lo que les pasa a ellos y a su familia, sino que se dan cuenta de lo que pasa más allá de su hogar: en la escuela, en la calle, en su barrio y en el país. Son capaces de considerar puntos de vista diferentes al suyo. Como su forma de pensar sigue siendo muy concreta, les cuesta entender en profundidad situaciones traumáticas y complejas como son la violencia social y política.

Si la situación actual en ocasiones es incomprensible y difícil de procesar para nosotros los adultos, para ellos lo es más. Por eso, porque entienden, pero no entienden todo, porque captan, pero no completamente, los niños de estas edades pueden volverse muy temerosos, confundidos y ansiosos ante lo que está pasando. Pueden sentirse muy angustiados por la amenaza real que significa el que algo le pase a él, a un ser querido o a un amigo.

Es posible que los niños en edad escolar :

Se vuelvan irritables o revoltosos tengan estallidos de rabia o agresividad, inicien peleas, cuestionen la autoridad se retraigan, se aíslen, quieran estar solos, se vuelvan reservados aun cuando estén entre amigos, familiares y maestros, les cueste concentrarse y poner atención en la escuela, salgan mal en la escuela, hagan mal las tareas no quieran ir a la escuela. Pueden tener problemas para dormir, tengan pesadillas o se queden dormidos durante el día se vuelvan temerosos, tengan nuevos miedos o regresen miedos superados - miedo a la oscuridad, a los ruidos, a estar solos. Pueden deprimirse o  se sientan culpables por las cosas que pasan se quejen de problemas físicos, tengan dolores de barriga o de cabeza, eviten las cosas que le recuerdan lo que pasa o la situación por la que pasaron.

PRE ADOLESCENTES Y ADOLESCENTES (12 a 18 años).

Los niños y jóvenes entre 12 y 18 años de edad entienden lo que está pasando. Perciben con claridad las amenazas reales que pueden existir. El mundo de pronto se les presenta como un lugar inseguro y peligroso. Los adolescentes son unos de los más afectados, física y emocionalmente, por la violencia en el país. Su comportamiento va a variar dependiendo del nivel de madurez.

Las reacciones de muchos de ellos serán como las de los adultos, mientras que las de otros serán más parecidas a las de niños más pequeños. En la adolescencia los jóvenes buscan independizarse, toman sus propias decisiones y se relacionan con personas fuera de su entorno familiar. Tienden a ser idealistas, muchos quieren hacer algo, involucrarse en lo que está pasando.

Deseos de justicia y sentimientos de rabia los impulsan a actuar. En estos momentos de violencia política y social pueden verse involucrados en situaciones para las cuales no están preparados emocionalmente. A veces toman riesgos provocando o ignorando el peligro. Los que han sufrido maltrato directamente, experimentado una situación de violencia, han sido heridos o detenidos, pueden tener reacciones más intensas e impulsivas.

Son muchas las emociones que les invaden y no saben cómo manejar lo que les pasa. Más que en cualquier otra etapa de su desarrollo, los niños pre-adolescentes y adolescentes tienden a ser reservados, a guardarse para ellos mismos lo que sienten y piensan. Lo que sucede en el país, a sus amigos, a su familia les afecta fuertemente, pero muchos se lo callan. Esto les puede llevar a desarrollar sentimientos de tristeza, de desánimo y de apatía. Pueden aislarse de sus amigos y de su familia. También pueden tratar de aparentar que ‘todo está bien’, que ‘no les pasa nada’.

Algunos suelen involucrarse en actividades con otros, buscando dar respuesta a los problemas que están ocurriendo. Esta participación, sentir que están haciendo ‘algo’, les ayuda a manejar y canalizar sus temores y su ansiedad.

Los adolescentes pueden reaccionar de diversas maneras:

A veces, sienten que tienen que hacer ‘algo’, quieren involucrarse en el conflicto social que les rodea, participar en lo que está pasando pueden llegar a tomar riesgos innecesarios o tomar parte en acciones violentas pueden sentirse indefensos, tener sentimientos de angustia, de culpa y tristeza tienen ganas de estar solos, sienten desánimo, se deprimen y se aíslan.

Pueden llegar a tener pensamientos suicidas pueden abusar del uso del tabaco, alcohol y drogas tienen explosiones de ira, deseos y planes de venganza se vuelven irrespetuosos, pueden tener comportamientos antisociales cuando han sufrido directamente o de cerca la violencia, reviven en su mente el evento traumático, les vienen escenas de lo que pasó una y otra vez (flashbacks) tratan de evitar sitios o situaciones que les recuerdan lo que pasó se sobresaltan con frecuencia, tienen pesadillas u otros problemas para dormir sufren taquicardia, tienen sensación de mareo, náuseas y vómitos se sienten cansados, les cuesta concentrarse y realizar actividades académicas.

ALGUNAS RECOMENDACIONES.

Trata de mantener la calma. Los niños captan nuestra angustia. Mientras más tranquilos estemos con más calma responderemos a sus necesidades y ellos se sentirán más seguros.

No hagas como si nada estuviera pasando ni evites hablar de eso. Los niños son inteligentes, saben que algo no anda bien y pueden preocuparse si creen que tenemos miedo de hablar sobre lo que ocurre. Además, si no les hablamos nosotros lo hará otra gente.

Diles la verdad. Aclara sus dudas. Explícales la situación en forma sencilla, a su nivel, sin detalles innecesarios que puedan angustiarlos más.

Mantén una rutina y normas lo más normales posible. Mantener las rutinas - comidas, baño, juegos, dormir- es muy importante. La rutina pone orden, les da seguridad, es ‘terreno conocido’, los tranquiliza. Pero no debemos ser inflexibles, al niño le puede costar concentrarse en las tareas o irse a dormirse.

Sé cariñoso, y en la medida de lo posible, mantente cerca de los niños. Nuestra presencia y el contacto físico les da seguridad, los reconforta y nos permite darnos cuentas de sus reacciones. El abrazo, el dejarlos sentarse con uno, el estar tiempo extra con ellos al acostarse, los hace sentirse queridos y a salvo.

Permíteles y ayúdales a expresar lo que sienten, hablando o a través de vías no verbales como el arte o el juego. Explícales que es normal, en algunos momentos, sentirse bravos o tristes.

Evita que vean imágenes violentas y estén presentes en discusiones políticas acaloradas. Realiza con ellos actividades positivas como juegos, cantos, dibujos, oraciones o salidas al parque si es seguro.

CUIDANDONOS A NOSOTROS para cuidar a nuestros hijos e hijas.

Físicamente:
Trata de dormir bien y tomar algunos minutos de descanso durante el día. Esto puede parecer casi imposible, pero es fundamental estar descansados.
Haz algún ejercicio de relajamiento y respiraciones que te calmen. La respiración es una fuente de energía. Hacer por unos minutos respiraciones lentas y profundas, centrándonos en nuestra respiración, es una herramienta de relajamiento fácil y útil para aliviar la tensión. Las respiraciones profundas le dan a nuestro cerebro el oxígeno que necesita.

Toma bastante líquido. La deshidratación produce dolores de cabeza. Aliméntate bien, evitando grasas e incluyendo frutas y verduras. Una alimentación adecuada es la base para estar sanos y tener energía suficiente para funcionar cada día y, sobre todo, en los momentos de emergencia.

Trata de hacer algún tipo de ejercicio. El ejercicio nos ayuda a eliminar toxinas, nos da energía, nos calma y nos ayuda a seguir adelante. Caminar rápido por 20 minutos es un buen ejercicio. Evita el alcohol y el cigarro.

Mental, emocional y espiritualmente:
Desconectarnos, sacar tiempo para relajarnos no es un lujo, es una necesidad.

Revisa cómo te estás sintiendo, reconoce y acepta tus niveles de estrés, de angustia, de rabia ... si reconocemos nuestros propios sentimientos y los canalizamos de una manera positiva, podremos apoyar mejor a nuestros hijos.

En la medida de lo posible, trata de mantener tu rutina diaria. Incluye actividades que te agraden y te llenen como leer un libro, hablar con un amigo, jugar cartas, oír música...

Limita y filtra la información que recibes sobre lo que está pasando. Descansa del twitter, la televisión, la radio, el internet y otros mensajes electrónicos. El exceso de información muchas veces no nos ayuda, aumenta la incertidumbre, nos agobia y genera angustia.

Mantente en contacto con familiares, amigos, vecinos y compañeros de trabajo para apoyo mutuo. Conversa sobre lo que sientes y lo que te preocupa con gente de tu confianza.

Conversa también sobre otras cosas que no tengan que ver con la situación social y política. No hagas de la política tu único o principal tema de conversación.

Promueve un ambiente de paz, diálogo y tolerancia en la casa y con los que te relaciones. Evita los mensajes de odio o violencia y el lenguaje de descalificación o burla.

Busca y enfócate en cosas positivas que te nutran. Lee materiales que te ayuden. Es importante continuar experimentando cosas positivas, celebra los cumpleaños, almuerza en familia y sal con tus amigos. Evalúa hacer cosas creativas, como escribir o pintar, donde puedas plasmar tus emociones.

Haz planes y arreglos prácticos que te hagan sentir seguro, como tener los números de teléfonos de familiares, saber a quienes llamar o a donde ir si pasa algo. Si eres religioso o crees en la oración reza y asiste a los servicios religiosos como forma de apoyo y búsqueda de paz interna. Busca actividades que puedas realizar para ayudar a otros. Ser generoso, solidario, apoyar a otros nos hace sentirnos útiles, nos devuelve algo del control que hemos perdido y nos reconforta.

RECOMENDACIONES POR GRUPOS DE EDAD
0 a 5 años (niños y niñas en edad preescolar).


Mantén las rutinas familiares y si esto no es posible, crea nuevas rutinas.
Abrázalo, acarícialo y bésalo con frecuencia, háblale en forma cariñosa.
Déjalo dormir temporalmente en tu cuarto si hace falta.

Dedícale tiempo extra para apoyarlo, especialmente antes de que se duerma.
Trata de no separarte de él si es posible.
No lo dejes con extraños.
Ayúdalo y anímalo a que exprese lo que siente a través del juego, títeres, dibujos o cuentos.
Cuando sus juegos reflejen lo que está pasando, anímalos a que le den un final feliz.
Asegúrate que no vea imágenes violentas.

Trata de mantener la calma, sobreponerte a tus miedos y muéstrate tranquilo o tranquila cuando estés con él.
Respira profundo antes de cargarlo y enfócate en él.
Ten paciencia con sus cambios, sus rabias, no lo critiques si empieza a hacer cosas de niño más pequeño.
Para hablarle ponte a su nivel y háblale con voz suave, usando palabras que pueda entender.
Chequea que te entendió.

Dile que lo quieres y que estás ahí para cuidarlo.
Reafírmale frecuentemente que están juntos y a salvo.
Una muñeca, una mantita o un peluche especial pueden servir de apoyo y consuelo a los pequeños.

RECOMENDACIONES POR GRUPOS DE EDAD
6 a 11 años (niños y niñas en edad escolar).


Dedícale una atención especial, pasa con él o ella más tiempo de lo normal.
Ponle límites a su comportamiento, pero sé comprensivo. A la mayoría de los niños les gusta y necesitan hablar sobre lo que está pasando.
Escúchalo siempre que quiera hablar, contesta sus preguntas. Habla con él a solas.
Pregúntale qué le preocupa. Ayúdale a entender que él no tiene la culpa de lo que pasa.

Repítele que es normal tener miedo. Anímalo a expresar lo que siente, hablando, escribiendo, dibujando o jugando.
Ofrece tu apoyo con palabras amables y cariñosas, con un abrazo o simplemente estando ahí con él, sin ahogarlo.
Dale tareas y actividades sencillas y productivas en la casa que le permitan sentirse en control y parte de la familia, pero sin sobrecargarlo.
Mantén una rutina diaria que incluya un momento y actividades para calmarse antes de acostarse.

Anímale a que te diga, a ti o a sus profesores, cuando tenga pensamientos o sentimientos que le impidan concentrarse en sus tareas escolares.
Anímale a que comparta con amigos, a que participe en actividades recreativas o deportivas con otros niños.
Realiza junto con él actividades que lo entretengan, ver una película, jugar cartas, leer...

Explícale las medidas de seguridad que están tomando como familia y comparte con él los recursos positivos que tienen como familia para lidiar con la situación.

Cuéntale cómo la gente se está apoyando unas a otras. Habla de las cosas positivas que están pasando y revisa en que forma puede él colaborar.

Está pendiente de lo que ve en televisión. Lee con él cuentos que traten, a través de sus personajes o de la historia, de emociones, en particular del miedo. Leyendo estos cuentos el niño podrá ver como los personajes manejan sus miedos.

RECOMENDACIONES POR GRUPOS DE EDAD
12 a 18 años (pre-adolescentes y adolescentes).


Es importante dedicarles tiempo, estar ahí, disponibles para poder apoyarles, escucharles o consolarles cuando haga falta.
Ayuda a tu hijo a hablar sobre lo que pasa y lo que siente, pero sin forzarlo. Escúchalo con detenimiento, trata de entender lo que te está diciendo.
Trata de ser paciente si te pregunta las mismas cosas una y otra vez, déjalo que hable tanto como necesite, esa es su forma de manejar y recuperar control sobre sus sentimientos.

Si no habla, no asumas que, porque no dice nada, está bien y no ha sido afectado por lo que pasa.
A veces están muy confundidos y no saben que decir, o no quieren demostrar que están angustiados.
Viven sus miedos en silencio. Quizás te toque dar el primer paso, pregúntale cómo está, qué dicen en la escuela, cómo se siente él o cómo están sus amigos. Contesta sus preguntas. Aclara cualquier información cuando sea necesario, no minimices los problemas ni tampoco los exageres.
Trata de ser honesto.

Fomenta la reflexión, pero también la tolerancia.

Ayúdale a entender que él no tiene la culpa de lo que pasa y que es normal tener miedo o estar molesto. Explícale que lo que siente y muchas de sus reacciones o lo que le pasa son consecuencia natural de las tensiones, del impacto emocional que nos produce la situación que estamos viviendo.
Apóyale para que desarrolle rutinas sencillas y positivas que le ayuden a manejar la situación en estos momentos. Rutinas que incluyan actividades que le gusten y lo calmen como oír su música favorita, jugar fútbol, pintar, leer un buen libro, escribir...

Revisar juntos momentos en que superó otros miedos, integrar esos recuerdos, puede ayudarle, como cuando entró a un liceo nuevo o aprendió a nadar. Anímalo a que esté con amigos, en contacto, que no se quede solo, a que continúe o vuelva, en la medida de lo posible, a su vida normal.
Estos son momentos para mantener rutinas sencillas en la casa - hora de las comidas, baños, ver la tele juntos, horas de irse a su habitación.
Aconséjale y ayúdale a que haga algún ejercicio físico o deporte. Asegúrate de que se esté alimentando bien y balanceado.

Baja un poco tus exigencias y expectativas, al menos por un tiempo, con respecto a su rendimiento académico o colaboración en el hogar. Posiblemente su cabeza esté ‘en otro lado’, esté sin ánimos y le cueste concentrarse. Anímale a que a que converse sobre lo que pasa con muchachos de su edad y con otros adultos de su confianza.

Comparte con él cómo te sientes tú, sin abrumarlo o sobrecargarlo con tus temores.
Busca formas en que se pueda sentir útil y en control sobre la situación: actividades donde ayuden a otros, se reúnan en la comunidad y vean cómo pueden cooperar, cartas de apoyo a víctimas, actividades de solidaridad.

Comparte con tus hijos las medidas de seguridad que están desarrollando como familia, detalles como a quién llamar, lugares alternativos a dónde ir o horario de salida en la noche.

Planifiquen y hagan actividades juntos como familia, ‘disfrútense’, compartan momentos juntos. Sé cariñoso, abrázalo, echa broma con él, hazle sentir que son un equipo.

Nota de la Redacción:
Fuente consultada (adaptada) 
Oteiza, C. (2014) ¿Qué podemos hacer? Ayudando a nuestros hijos en tiempos de violencia y conflicto social. Manual de libre difusión. PDF

 

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