Nacieron el año 1999 cuando los integrantes de la ruta de los scouts junto con el grupo Tatas del Instituto San Martín se propusieron acompañar y servir café a la gente en situación de calle. Esto ocurre cuando la comunidad marista celebraba la canonización del santo fundador de la congregación de los Hermanitos de María, San Marcelino Champagnat.

Desde entonces no han bajado los brazos. Muchas manos caritativas han sido parte de la historia de la agrupación, otros han permanecido hasta el presente viendo como ha cristalizado una idea, un proyecto de un conjunto de inquietos padres y apoderados que quisieron acudir en ayuda del más necesitado.

Veinte ininterrumpidos años en que el grupo solidario “Marcelino Ayuda” sale cada jueves del año a servir al hermano que sufre en las calles de Curicó como una forma de hacer vida el mandamiento de Jesús y legado de san Marcelino.

A través del tiempo se han incorporado más voluntarios constituyendo una fraterna comunidad de amigos que se apoyan para salir cada jueves a entregar un plato de comida caliente, café o té, pan, un servicio de peluquería, una curación de primeros auxilios, una palabra de ánimo, un abrazo fraterno, un par de zapatos y frazada, con la firme convicción de hacer sentir al sufriente que el amor no tiene barreras ni condiciones, simplemente les devuelve la dignidad como persona en un rato de convivencia fraterna.

Perdura hoy y en el recuerdo los nombres de René Muñoz, Jorge Morales, David Bravo, Carlos Alberto Pizarro, Jany Gajardo, Mabel Henríquez, Carmen Fernández, Juan Carlos Maldonado y Emilio Heck, fundadores de esta loable iniciativa.

Para recordarla, muchos volvieron a reencontrarse en la oración y acción de gracias de la eucaristía por lo construido durante estos años. La ocasión permitió que estuviera presente también el Rector del colegio, Sr. Andrés Prado Soto, ex rector Sr. Jaime Inostroza Marín, directivos del CODI, hermanos maristas de Curicó, representantes del Centro General de Padres y Apoderados, Damas Maristas, miembros de la pastoral de cursos y coordinación de Evangelización Explícita, entre otros.

Hoy no se atavían con sus llamativos polerones amarillos, ellos han tornado en un color azul profundo y quien lo vista siente el sano orgullo de ser parte de una gran obra que ha sido capaz de sostenerse en el tiempo y ayudar a centenares de personas gracias a su inspirado empeño y anónima entrega.