Las vidas de dos niños de tres años se cruzan en este relato: Aylan y Adrián
Se preguntará qué tendrán en común estos dos nombres: uno distinto y otro más cercano a nosotros.
Son dos historias que surgen en contextos diferentes, lejanos geográficamente pero muy cercanos en cuanto a las historias de vidas que ellos representan en el mundo que nos toca vivir.
El primero copó los espacios noticiosos del mundo golpeándonos con el rostro de un niño de tres años recostado, inerte y suavemente mojado por la pleamar de una playa turca. Era la historia de una familia cuyo hermano y madre sucumbieron en la travesía, una más de las miles de familias que en estos días están intentando escapar desde Siria. Huyen del hambre, la guerra civil, la sequía, la destrucción de un milenario pueblo con una rica historia de imperios, reyes, tesoros arqueológicos y palacios colosales de tiempos pretéritos destruidos también por el fanatismo político y religioso.
La “Carta de Alepo” detalla la experiencia de los “maristas azules” que se encuentran misionando allá:
“Hace un año que los bárbaros comenzaron la destrucción de sitios arqueológicos en Irak y Siria, patrimonio y memoria de la humanidad y de nuestra historia, algunos han protestado. Desde entonces siguen destruyendo los tesoros de Siria; los dos templos principales de Palmira, joya del desierto sirio, que son los últimos destruidos. Quieren arrasar todo lo que recuerda la historia milenaria del país. Quieren que la historia comience con ellos y nadie dice nada. Se ha convertido en algo banal. Decapitaron a seres humanos. Protestasteis hace un año cuando degollaron a algunos occidentales. Sin embargo, ellos no fueron los primeros. Cientos de sirios ya habían sido víctimas de esta barbarie. Han seguido muchos otros, el último fue el Director de Antigüedades de Palmira, un sabio de 82 años, pero nadie protesta. ¡Banalización! Va, sacrificar a un ser humano como se sacrifica una oveja y… “Ellos” han secuestrado a cientos de cristianos y yazidíes en Irak. Fue hace casi un año. Os indignasteis y vuestros dirigentes han protestado haciendo declaraciones estruendosas que han sonado como un petardo mojado. Después han secuestrado a cientos de cristianos asirios en Hassake, otros en Quariatayn en el centro de Siria. Y nadie ha protestado” (Carta de Alepo.Nº23. Maristas Azules).
Esta cruda realidad -de la que Aylan fue el rostro visible de la huida de los Sirios de Alepo, Damasco, Kobane y tantos remotos lugares – muestra a un pueblo escapando para llegar a mejores y seguros territorios donde establecerse. Europa es la meta de esta fuga llena de escollos a los que se suman las barreras impuestas por naciones del “primer mundo”; travesías en atestadas balsas o barcos de refugiados y no de migrantes como se les suele mencionar equivocadamente.
Un gran problema en ciernes vive el mundo, especialmente el europeo, para resolver lo antes posible esta nueva crisis humanitaria que se avecina cada vez con más fuerza sobre sus fronteras.
Geográficamente más cerca y con pocos días de diferencia también nos estremecimos con la historia de otro niño: Adrián. Al igual que el pequeño de Siria, este tiene tres años. Lo encontraron en un taller mecánico a los pies del morro de Arica, prácticamente abandonado por sus progenitores, mamá peruana y papá chileno, alimentado con la nutritiva leche de una perra muy bien llamada “Reina”. Por fortuna, este niño vulnerable ha sobrevivido.
En este caso, la noticia se supo por la denuncia ciudadana de una dirigente del sector y no por alguna entidad responsable de los niños de nuestro país. Eso ha de llamar nuestra atención también.
Miremos también más de cerca lo que ocurre en Chile. Hoy encontramos en todo nuestro país a niños y niñas de diversas naciones; ellos son nuestros migrantes: sudamericanos, centroamericanos, africanos y de otras latitudes. La creciente multiculturalidad de las escuelas nos hace también preguntarnos si acaso estamos realmente preparados para atenderlos a ellos y sus familias. Hay que avanzar seriamente en estos temas porque el mundo del siglo XXI se debe construir en base a una multiculturalidad, pero esta no se debe improvisar.
Hemos sabido que en Antofagasta, relataba la connotada educadora nacional, María Victoria Peralta “cómo a niños varones otavalos (ecuatorianos) que llegan a escuelas propias de su cultura, les cortan las trenzas o las difíciles situaciones en que se encuentran las familias y niños colombianos en hacinamientos, donde duermen mal, ya que la antigua práctica de “camas calientes” (camas compartidas por dos turnos de familias que hacían los mineros) se ha reinstalado con los migrantes.”
Todo indica que los nombres de Aylan (que nació en Kobane, Siria, hace tres años atrás) y la de Adrián (que nació hace tres años en el sur peruano) se entrecruzan más cerca de lo que creíamos: para una sociedad que cree que todo es prácticamente desechable parece que ha de volver a revisar sus códigos, creencias, valores, estructuras organizacionales de todo orden y considerar que los jóvenes, adultos, ancianos y especialmente los niños –connacionales, extranjeros o multiculturales- sí importan.
Texto: Profesor Francisco Contreras Robles