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El defecto de la intolerancia
Por
Angel Gutiérrez G.
Publicado:
2 Agosto 2015
Leido 326 veces
El intolerante cree poseer la verdad sin los otros.
Entre los ciudadanos de nuestro país es bastante común el defecto, grave defecto cívico, de la intolerancia, de la intransigencia, de la falta de respeto por las ideas que no coinciden con las nuestras.
La persona intolerante siempre cree que su postura es la única válida y no admite los planteamientos de los demás. Tiene por enemigo al que no piensa igual que él. El intolerante cree poseer la verdad sin los otros. El intolerante es una persona herméticamente cerrada en sus razonamientos y a veces, en sus prejuicios, que piensa poseer el monopolio de la verdad y por eso la impone a todos.

 El intolerante se cierra orgullosamente en su autosuficiencia y ésta, absolutizada, conduce al fanatismo. El intolerante fomenta la lucha, y hasta la guerra, porque cree que sus argumentos son tan válidos y contundentes que pueden imponerse por la fuerza de la violencia verbal o de las armas.
El intolerante, finalmente, no admite la derrota ni soporta la crítica, porque cree poseer toda la verdad sin los otros o contra los otros.

 Estimados lectores: Si queremos vivir en paz hemos de cultivar la virtud de la tolerancia tan necesaria en una sociedad democrática como la nuestra.

 La tolerancia admite y quiere positivamente la diversidad; respeta todas las ideas, aunque no siempre las comparta.
 La tolerancia es acogedora, se abre a todos y a todo; el diálogo no le da miedo, más aún, es su cauce normal de conducta.
 La tolerancia es humilde y nunca exhibe su autosuficiencia; sabe perder, sin hacer de la derrota una tragedia. Admite la crítica y la encaja con elegancia; acepta la propia limitación e inseguridad y busca siempre la verdad con los otros.
 La tolerancia posibilita la convivencia democrática y pacífica; quiere la paz fundamentada sobre la justicia, la verdad y la libertad.
 La tolerancia está abierta al cambio; adopta una respetuosa postura crítica ante el pasado y sabe asumir todas las realidades positivas, presentes y futuras.

 Seamos tolerantes, respetemos todas las actitudes, las ideas y los programas que honradamente intentan construir el bien común.

 La tolerancia, correctamente entendida, es un signo de madurez, y el diálogo, el respeto mutuo y la convivencia civilizada y en paz son sus principales frutos.

En: Contacto Marista, Diario La Prensa de Curicó (domingo 2 de agosto, 2015)
y en los diarios El Rancagüino y el Andino.



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