Bienaventurados los ancianos que siembran la paz y la concordia, porque ellos vivirán en armonía.
Siempre he admirado y venerado a los ancianos. “No venerar a los ancianos es demoler la casa en la que tendremos que albergarnos al atardecer”. (A. Karr)
Con mucho cariño, dedico estas bienaventuranzas a todas las personas ancianas. Espero las recen y mediten con frecuencia y les animen a seguir viviendo.
Bienaventurados los ancianos acogedores, porque tendrán la amistad de los niños y los jóvenes.
Bienaventurados los ancianos tiernos y cariñosos, porque serán amados por familiares y vecinos.
Bienaventurados los ancianos que ríen de su poca agilidad y de su mala memoria, porque hacen alegre la vida de quienes los rodean.
Bienaventurados los ancianos que abren caminos a los jóvenes y los escuchan en sus descubrimientos y entusiasmos, porque se sentirán jóvenes de corazón.
Bienaventurados los ancianos que siembran la paz y la concordia, porque ellos vivirán en armonía.
Bienaventurados los ancianos que en vez de andar quejándose, viven amando y sirviendo tanto cuanto pueden, porque ellos serán felices, a pesar de las enfermedades.
Bienaventurados los ancianos que ven más las cosas buenas y los valores del presente, que las desgracias y los males, porque ellos vivirán en primavera, aunque esté nublado.
Bienaventurados los ancianos animosos que se juntan con otros y luchan juntos por la vida, porque ellos lo pasarán bien, aquí en esta vida y en la otra.
Bienaventurados los ancianos que saben contar cuentos a los niños, echar migas de pan a los gorriones, regar las flores, mirar con gozo los juegos de los pequeños y hablar del Dios de la bondad y misericordia, porque ellos serán reconocidos en el Reino de los cielos.
Publicado en Diario La Prensa de Curicó (domingo 19 de julio, 2015) y en los diarios El Rancagüino y El Andino.