Dios nos comunica una fuerza insospechada ante las pruebas extraordinarias
La tarde del jueves 26 de marzo tuvo un inicio especial: con la característica puntualidad marista los educadores, administrativos y quienes así lo hubiesen deseado se reunieron en la capilla del colegio para orar por los enfermos y necesitados.
La motivación de inicio que entregó la pastoral colegial a través de la profesora Rossana Avendaño y la lectura del evangelio leída por el Hermano Ángel Gutiérrez contextualizaron este emotivo instante:
"En esta oración –dijo el hermano Ángel- y durante estas semanas vamos a pedir por los enfermos y de manera especial por nuestro profesor, colega y amigo, Sr. Miguel Aedo Echeverría, vamos encomendando a Jesús y la Buena Madre para que tenga fuerza, fe y esperanza en estos momentos de enfermedad.”
La lectura bíblica -continuó el hermano- nos dice que “En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta, y le pidieron que hiciera algo por ella. El, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera, se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: Tú eres el hijo de Dios”. Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que Él era el Mesías. Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese. Pero él les dijo: “también a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado. Y predicaba en las sinagogas de Judea" (Lucas 4, 38-44).
La reflexión nos recordó que cuando llena el poder divino, la debilidad humana deja de ser un obstáculo. En efecto, el vínculo de la oración comunitaria de dicha tarde en el Instituto San Martín nos evoca que es en tiempos de dolor y prueba en que recibimos una fuerza tan especial que nos maravillamos de nosotros mismos. Es precisamente cuando recordamos que ante el peligro tuvimos la calma necesaria para enfrentar dicho momento; ante la pérdida de un ser querido pudimos sostenernos en pie con resignación; pudimos soslayar a la vil calumnia conteniendo nuestro enojo y ante la enfermedad tuvimos paciencia.
Dios, en efecto, nos comunica una fuerza insospechada ante las pruebas extraordinarias, de suerte que pudimos levantarnos de nuestra flaqueza. Nuestra propia debilidad nos atemoriza y, no obstante, la promesa de Dios ha de infundir valor en nuestros corazones.
Ya lo dijimos, una oración especial por Miguel, por el hijo de Maritza, por el Hermano Luis, por familiares y amigos, así como también por nuestros hermanos del norte del país que en Copiapó, Taltal, Chañaral, Antofagasta, Paipote y tantos otros recónditos parajes están sufriendo los embates de la naturaleza.
Adaptación de texto y fotos:
Profesor Francisco Contreras (y prensa).