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SABER ENCONTRAR A DIOS EN EL HERMANO
Por
Angel Gutiérrez G.
Publicado:
24 Agosto 2014
Leido 396 veces
Tuve hambre y me disteis de comer, fui extranjero y me acogisteis, enfermo y me visitásteis...
El lunes pasado, 18 de agosto, celebramos a San Alberto Hurtado y también el día de la Solidaridad. La vida, dice el padre Alberto Hurtado, nos ha sido dada para buscar a Dios. La muerte para encontrarle. La eternidad para poseerle.
Diariamente, Dios sale a nuestro encuentro en el prójimo, sobre todo en el prójimo que sufre, y es precisamente ahí donde espera nuestra entrega. Amando al hombre, a las personas concretas, participamos en el proyecto de Dios sobre el mundo y nos encontramos con Él.

 La vivencia del pasaje del capítulo 25 del Evangelio de Mateo (“tuve hambre y me disteis de comer, fui extranjero y me acogisteis, enfermo y me visitásteis, etc.”) es la piedra de toque de nuestro vivir cristiano. Si esto falla, falla todo. Si, en cambio, esta “asignatura” se aprueba, el “curso de la vida” queda globalmente aprobado.

El novelista francés Albert Camus recoge en su obra “Los Justos” una leyenda que expresa perfectamente el dilema (oración-acción) del cristiano comprometido. Dimitri, personaje de la novela de Camus, tenía una cita con Dios en la soledad de la campiña y caminaba presuroso a su encuentro, pero tropezó en el camino con un campesino, cuyo carro se había hundido en un barrizal, y por ayudarle se detuvo largo tiempo. Cuando al fin llegó al lugar de la cita era ya tarde, Dios ya no estaba allí.

 Creo, sin duda, que la leyenda del escritor francés ha tenido diversas interpretaciones. Unos la esgrimirán para afirmar el valor de la oración por encima del compromiso social. Camus piensa que la fidelidad a la humanidad está por encima de la “evasión”, dice él, que es la contemplación.

 Personalmente creo que en realidad Dimitri, se encontró con Dios, porque la auténtica cita con El estaba aquel día junto al hermano que sufría por tener su carro hundido en el barrizal.

 Dios, estimados lectores, se hace siempre presente a través del hermano y a través de los acontecimientos de la historia. Lo importante es saber descubrir su rostro, escuchar su voz y descifrar su mensaje.

 Al final de la historia, de nuestra historia global del mundo, seremos juzgados sobre el amor.

 Ojalá en este mes de agosto, mes de la solidaridad, al recordar a San Alberto Hurtado, descubramos y acariciemos el rostro misericordioso de Dios, en tantos hermanos nuestros, pobres y abandonados.




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