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En recuerdo de nuestro amigo en su 1er aniversario
Por
Francisco Contreras R.
Publicado:
22 Diciembre 2014
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CLAUDIO LOO COREY: Descanse en la paz del Señor.
Claudio Loo Corey, un educador marista de corazón se nos fue. Justo en el momento en que se empapaba de sus raíces, en la lejana China, en las antípodas de casi todo lo que quería.
Claudio Loo Corey, nuestro gran colaborador en el Equipo de Educación, el avanzado en el modelo pedagógico marista y líder del proyecto Lectura Comprensiva, por un fallo de su corazón, se nos adelantó en el camino hacia el rostro del Padre.

Humanamente es una cruel ironía: acababa de obtener con distinción máxima el grado de Doctor en Educación por la Universidad de Madrid. Estaba en la cumbre de sus anhelos profesionales y humanos…

Una de las profesoras que habló en la Santa Misa en agradecimiento por su vida, nos recordó al Claudio que, dentro de su sencillez, humildad y modestia, fue siempre el mejor. El mejor alumno en el Colegio Santa María de Limache, en el Instituto Rafael Ariztía de Quillota, en la Universidad, donde fuera. Al conocerlo en el día a día, nos dimos cuenta que era un hombre con una capacidad intelectual exquisita, con una genialidad creativa y una rapidez de pensamiento pocas veces vista.

Dueño de una pedagogía interesante, que caló fuerte en nosotros, con una generosidad enorme que le hacía compartirnos todo aquello que iba aprendiendo de una manera entretenida, facilitándonos el camino, corrigiéndonos cuando nos equivocábamos…

La vida quiso que siempre estuviera al lado de los Hermanos, primero como alumno, miembro de la primera cordada de MARCHA, luego como postulante y novicio, y al final como el gran educador en el que se convirtió.

Durante muchos años sembró, sembró siempre, pensando que las semillas debían dar frutos en sus alumnos del Instituto San Martín de Curicó, en aquellos que habían sido regalados con muchos dones y talentos y también en los que la dificultad, la falta de esperanza y de oportunidades hacía necesario más de su empeño y trabajo.

Ese fue siempre su gran desvelo, su gran sueño y también su gran dolor: que todos pudieran aprender, que todos sus alumnos tuvieran las mismas oportunidades más allá del contexto en el que se encontraban.

A pesar de todas las dificultades que tuvo en su vida familiar, siempre se mostró como padre incondicional y abnegado, orgulloso de cada uno de sus hijos, un tesoro maravilloso para ellos, para su familia, para los Hermanos y para todos los que de una u otra manera le conocieron. Hoy aparece ante nosotros como una vasija de barro, muy frágil, pero justamente en esa debilidad está la esencia de su grandeza.

En los brazos de Dios te vemos querido, acogido y dignificado. Quedaron muchas palabras que decir, muchas conversaciones inconclusas, muchas clases que hacer, cafés que degustar, bromas, consejos, discusiones, preguntas… sus libros… Pero estamos seguros que desde el lugar que el Señor le tenía preparado está preocupado por nosotros, por sus hijos, por la educación marista…

El legado que dejó no se perderá porque todos los que lo conocieron, seguros que lo continuarán. Descanse en la paz del Señor.

22/12/13

Enviado por Ernesto Reyes Plaza
Representante del Provincial para la Misión.

Diciembre 2014. 

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