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Volver a los detalles
Por
Francisco Contreras R.
Publicado:
21 Enero 2013
Leido 498 veces
Hace unos días recibí por internet un interesante ejercicio según cuyas instrucciones se debía contar la cantidad de veces que la letra “F” aparecía en la siguiente oración:<br /> <br /> <strong>“Finished files are the result of years of scientific study combined with the experience of years”.</strong>
Mi primera respuesta fue “tres”, igual que la de la mayoría de las personas. Respuesta incorrecta. Por asombroso que parezca, la verdad es que si uno cuenta con más calma, puede advertir que en realidad no son tres sino seis.

Este increíble y extraño fenómeno ocurre porque nuestro cerebro difícilmente procesa la palabra “of”. Al tratarse sólo de una preposición, se elimina de la percepción, centrando la atención mental sólo en las palabras importantes en el significado de la oración. Tal como en castellano, leemos lo básico y no reparamos en los “de”, “a”, “por”, etc.

En el fondo, es una cuestión de costumbre: eliminamos todo aquello que sabemos que debe estar allí, pues no constituye novedad. El problema es que si extrapolamos este mecanismo a otros ámbitos de la vida, podemos decir que el hábito y la rutina adormecen nuestra capacidad para discriminar detalles.

Hay muchas cosas que nuestro cerebro puede hacernos creer a pesar de ser falsas. Y muchos gestos, sonrisas y ademanes que ni siquiera notamos en los demás porque sólo ponemos atención a lo “principal”. Cuando niños, somos particularmente observadores de los detalles: una grieta de forma interesante en un muro, un pasto nuevo en el jardín, la forma de los fideos en la sopa. Al avanzar en edad, nos vamos tornando más generales en nuestra forma de percibir y vamos perdiendo, así, gran parte de nuestro potencial creativo. Los mismos detalles siguen estando ahí, también otros nuevos; pero pasamos por el lado sin siquiera verlos.

Alguien dijo que Dios está en los detalles. Y es importante recuperarlos. En aquellos momentos en que más estresados y nerviosos estamos, la mejor solución es volver a poner atención en los detalles a nuestro alrededor.

Algo que plantea la filosofía Zen. Hacer cada actividad cotidiana con más cuidado que de costumbre, dándole más tiempo que habitualmente. Cada detalle percibido puede aportarnos un poco de bienestar. La felicidad está hecha de detalles. Y para acceder a ellos sólo debemos ser más conscientes de cada uno de nuestros actos y de cada parte del entorno. Como si volviéramos a ser los niños que fuimos.


Texto: Paula Bass Martínez (Psicólogo).
Compilado por Prof.Francisco Contreras Robles (Diario La Prensa 20/3/05)

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