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TE QUIERO TAL COMO ERES
Por
Angel Gutiérrez G.
Publicado:
9 Septiembre 2012
Leido 518 veces
En uno de sus libros, Anthony de Mello, cuenta una fábula que hoy deseo compartirles y juntos sacar alguna enseñanza provechosa.<br />  La fábula dice así:
“Durante años fui un neurótico. Era un ser oprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que era. Yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no me convencía la necesidad de hacerlo por mucho que lo intentara.

Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara. También con él estaba de acuerdo, aunque tampoco podía ofenderme con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado.

Pero un día mi amigo me dijo: “No cambies, sigue siendo tal y como eres. En realidad, no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte”. Aquellas palabras sonaron en mis oídos como una música: “No cambies, no cambies, te quiero”. Entonces me tranquilicé y me sentí vivo y, ¡oh maravilla! ¡Cambié!.


 Seguramente que algunos lectores no estarán totalmente de acuerdo con esta fábula y que hubieran preferido que el consejo de mi amigo fuera un poco diferente: “Harías bien en tratar de cambiar por tu propio bien, pero lo importante es que sepas que yo te quiero, como eres o como puedas llegar a ser”.

 Personalmente, creo que una cosa está clara, que es lo sustancial de la fábula: Nadie es capaz de cambiar si no se siente querido, si no experimenta una razón positiva para cambiar, si no tiene una fuerza interior suficiente para subirse por encima de sus fallos.

 Pienso que esta elemental norma pedagógica y humana es desconocida por muchas personas. Esta es la razón por la cual el primer consejo que doy siempre a los padres cuyo hijo tiene problemas, sea éste:

De momento, quiéranle, quiéranle ahora más que nunca. No le echen en cara sus defectos, que él ya conoce de sobra. Confíen en él. Háganle comprender que le quieren y le querrán siempre, con defectos o sin ellos. El debe estar seguro, que haga lo que haga no perderá su amor.

 El debe conocer que esos fallos suyos les hacen sufrir. Pero debe saber también que ustedes le aman lo suficiente como para sufrir por él todo lo que sea necesario. Y nunca le pasen factura de ese amor.

Y cuando se cansen, porque también se cansarán de perdonar por mucho que le quieran, acuérdense alguna vez que también Dios nos quiere tal cual somos y tiene con nosotros mucha más paciencia que nosotros con los nuestros.

 Espero que la enseñanza sacada de la fábula sea útil, en esta etapa del año escolar, para padres y educadores.

No olvidemos nunca lo que nos dice San Marcelino Champagnat, fundador de los Hermanos Maristas:


“Para educar, hay que amar”.
 

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