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LOS ENFERMOS ESPERAN NUESTRA VISITA
Por
Angel Gutiérrez G.
Publicado:
7 Julio 2012
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La estación del invierno es un tiempo muy propicio para demostrar el cariño que tenemos a nuestros hermanos enfermos.
Hoy quiero dirigirme a esa porción de la humanidad que está en cama en el hospital, en un hogar de ancianos, en su casa y que espera ansiosa y pacientemente tu visita, nuestra visita, al igual que la pronta recuperación de su salud.
 Mi reflexión sobre los enfermos comprenderá estos seis “flashes”.

PRIMERO: En la vida del hombre, la enfermedad es un acontecimiento absolutamente natural. La enfermedad no es una profesión. Ni un estado permanente de la vida. Todos los hombres somos enfermables y, de hecho, todos hemos estado enfermos alguna vez y hemos sido inquilinos de algún centro sanitario. Porque la enfermedad es una circunstancia natural en nuestras vidas.

SEGUNDO: La habitación del enfermo es siempre una escuela de virtudes humanas y cristianas. En ella el hombre ejercita la paciencia, se hace más humilde, piensa más en Dios, adquiere madurez, valora mejor la vida y relativiza más la salud con lo que asigna a su existencia “el precio justo”.

TERCERO: La cama del enfermo es el altar en el que se ofrecen a Dios los mejores sacrificios. Y ello, porque la víctima es uno mismo. Sacerdote y víctima se identifican.

CUARTO: El enfermo es un miembro activo en la vida de la Iglesia. Cuando consideramos a la persona enferma como mero objeto pasivo de nuestra caridad, la convertimos en una pura circunstancia, en una simple ocasión propicia para materializar nuestras obras de misericordia. Sin embargo el enfermo es una persona viva, activa dentro de la Iglesia, sencillamente porque está completando en su propio cuerpo, lo que falta a la pasión de Cristo.

QUINTO: El hombre, en situación de enfermedad, valora y estima más y mejor a los miembros de su familia y a sus amigos. A la madre, el hermano, el amigo… lo ve de otra forma.

SEXTO: La visita a cualquier enfermo beneficia más a quien la hace que a quien la recibe. Y, si no, hagan la prueba. Vayan hoy mismo a visitar a algún enfermo a su casa o al hospital, y se sentirán felices por haber hecho realidad las palabras de Jesús: “Estuve enfermo y fueron a visitarme”. (Mt. 25,36)
 

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