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JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
Por
Angel Gutiérrez G.
Publicado:
25 Noviembre 2012
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Sin darnos cuenta, estamos en el último domingo del año litúrgico, y en él celebramos la Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. De esta forma el misterio de Cristo Rey corona el año, que es todo él la celebración de Jesucristo.
Esta fiesta fue instaurada por Pío XI el 11 de marzo de 1925.
 Conversando con un Delegado de Pastoral sobre Cristo Rey me hizo esta pregunta: ¿De qué mundo es Rey Jesucristo?. La respuesta la da el mismo Jesucristo cuando dice a Pilato: “Mi reino no es de este mundo”.
 Su reino no es de dominio, sino de servicio; no de privilegios, sino de justicia; no de honores, sino de amor. Es un reinado completamente distinto del que pensaba Herodes y del que piensa el mundo. Por el error sobre lo que es su Reino, Jesús, después de la multiplicación de panes y peces, no acpetó que la multitud lo proclamara Rey. En cambio se declara Rey cuando ante Pilato aparece como condenado a muerte.
 Si ser rey significa “regir”, Jesús rige con la Verdad.
 No rige los comportamientos externos, sino los corazones; regula la dirección vital de las personas y, con ellas, de la sociedad: da sentido a la vida. Él es la Verdad, contra la que nada podemos (cf. 2 Cor. 13,8), como nada puede la oscuridad frente a la luz. El reino de Jesús no es directamente visible, pero ilumina toda la vida y marca toda la existencia.
 El Reino de Jesús no es de este mundo, pero comienza en este mundo. Está ya aquí donde el hombre o la mujer aceptan a Jesús, aceptan la verdad. Es un reino universal y supremo.
 Ese es el Reino de Cristo. Dentro de ese ámbito “le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará” (Dn. 7,14).
 La segunda lectura de la Misa de hoy (Apoc. 1,5-8) contiene afirmaciones muy importantes. Destaco ésta: “Él nos ama y nos liberó de nuestros pecados, por medio de su sangre, e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre” (Apc. 1,6).
 Cristo nos hace partícipes de su ser, también de su reinado y de su sacerdocio; es decir, nos hace capaces de llegar al Padre para ofrecerle el sacrificio, expresión de nuestro reconocimiento de su amorosa soberanía, y de alabarlo, así como de interceder por nosotros mismos y por los demás.
¡Venga a nosotros tu Reino!
 Recuerdo como Santa Teresa de Ávila gozaba al confesar en el Credo: “Y su reino no tendrá fin”. Nosotros decimos muchas veces en el Padre Nuestro: “Venga a nosotros tu reino”. Al cantarlo o recitarlo en la Eucaristía de hoy domingo, después de la Plegaria Eucarística, podemos hacerlo con un espíritu renovado. Con deseo intenso de que el mundo entero sea regido por tal Rey y que reine plenamente en cada uno de nosotros.
Comprometámonos, como familia marista, a que el Reino de Cristo se extienda cada día más, penetrando los corazones y las estructuras del mundo. ¡VIVA CRISTO REY!
 

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