Al finalizar el mes de octubre, mes de las Misiones, vienen a mi memoria las palabras que el Papa Pablo VI dijo hace mas de cuarenta años: “<strong>ES LA ERA DE LOS LAICOS”.</strong><br />
Hoy deseo comunicarles cual es la misión del laico católico en la Iglesia.<br />
Partamos diciendo que el laico católico es una persona que vive en el mundo en calidad de hombre creyente en Jesucristo y en comunicación con la Iglesia, testimoniando, en el ejercicio de sus tareas cotidianas, los valores evangélicos de la verdad, la justicia y la fraternidad.
En su actuación diaria, el laico católico ha de llegar hasta el corazón del mundo, para transformarlo según la voluntad de Dios. El laico católico ha de hacer llegar la fuerza dinamizadora de la fe, de la esperanza y de la caridad a toda la realidad creada. Ha de estrenar en medio del mundo un nuevo estilo de ser persona.
Debe inyectar en las venas de la sociedad actual el dinamismo del evangelio a través de la vivencia de las Bienaventuranzas.
No habrá presencia evangelizadora de la Iglesia en el mundo sin un laico maduro y comprensivo.
El laico está llamado por la Iglesia, en virtud de la misión y de la fuerza que le confiere el bautismo y la confirmación, a transformar el mundo desde dentro del mundo. El ha de ser en medio de la sociedad como un fermento, como una levadura. Y la levadura tiene estas tres características: Primera, es pequeña, cuantitativamente desproporcionada con la masa. Segunda, cualitativamente, es muy activa, posee una gran energía transformadora. Tercera, su lugar específico radica en estar en íntimo contacto con la masa, fundida vitalmente en ella.
El laico, usted estimado lector, debe ocupar un lugar importante en la Iglesia. No es miembro de la misma para realizar en ella trabajos de suplencia, porque ahora escasean los sacerdotes. Su misión eclesial consiste primordialmente en “ser profeta de Dios, en el interior de las estructuras de la sociedad.
El laico debe actuar en el mundo y procurar que ahí sus hermanos, los hombres, descubran el valor humanizador y salvador del Evangelio de Jesús.
Debe comunicarles la fe que él vive y darles a conocer el Cristo que él mismo ha descubierto.
Hoy, más que nunca, la Iglesia necesita laicos comprometidos que evangelicen, que lleven con gozo el Evangelio al corazón del hombre y de la cultura, que revelen a sus hermanos el rostro de DIOS-AMOR y el sentido de la vida humana.