Al terminar el año, Señor, te diré sólo dos palabras. Quiero que
sean sinceras y sencillas.
En el silencio de la soledad te digo, en primer lugar, desde lo más
profundo de mi corazón: Gracias, Gracias, Señor, por todo lo que en
este año me has concedido porque te lo he pedido. Por todo lo que me
has dado sin habértelo rogado.
Por todo lo que me has otorgado sin haberlo merecido.
Gracias por la salud por el bienestar, por las alegrías y
satisfacciones.
Gracias también por la enfermedad, por las penas y los sufrimientos.
Aunque me cuesta trabajo, Señor, te agradezco esto último. ¡Tú sabes
lo que hiciste!
Gracias por el rayo de esperanza que me iluminó, por aquella mano
que me levantó, por ese consejo que me guió, por aquellas palabras
que me alentaron, por esa sonrisa que me alegró, por aquellos brazos
que me recibieron.
Pero sobre todo, te doy gracias, Señor, por la fe que
tengo en Ti. En este tiempo, un tanto confuso, aunque lleno de
esperanzas, es a veces difícil de creer.
Te confieso sinceramente; no siempre he sabido cómo actuar, qué
hacer, a dónde ir. Sin embargo, sigo teniendo fe en Ti.
Te doy gracias, porque en las tinieblas me has iluminado. Porque en
las caídas me has levantado, porque has perdonado mis pecados.
Te doy gracias, Señor, por todo aquello que ignoro y de lo cual debo
darte gracias.
Gracias, Señor, por haberme conservado la vida. Gracias por todo lo
que me acercó a Ti. ¿Qué me traerá el Nuevo año 2010
Lo que Tú quieras Señor, pero te pido fe para mirarte
en todo, esperanza para no desfallecer, caridad para amarte cada día
más y para hacerte amar entre los que me rodean. Que me halle
siempre dispuesto a hacer tu Santa Voluntad.
¡FELIZ Y GOZOSO AÑO NUEVO!