Seguramente usted, amigo lector, se habrá hecho esta pregunta alguna
vez. ¿Por qué no soy feliz?
Mi primera respuesta a su pregunta es otra pregunta: ¿Qué cree usted
que necesita para ser feliz ¿Qué cosas quisiera tener para
experimentar felicidad O ¿Qué personas necesita tener a su lado
para sentirse feliz O ¿Qué circunstancias necesita que cambien para
que sea feliz
Hay personas que nunca se sienten realizadas. Muchas cosas les
fastidian y les molestan. Ellas van por este hermoso mundo corriendo
desesperadas como un niño que afanado persigue el arco iris. A pesar
del serio esfuerzo del niño y su intento de acercarse, el arco iris
parece burlonamente alejarse. Para esas personas, la felicidad
siempre se halla más allá de donde ellas se encuentran.
Un joven me decía hace unos días: Me casaré cuando encuentre la
persona que traiga satisfacción a mi vida.
Con esa filosofía de vida algunos piensan: cuando encuentre a mi
cónyuge seré feliz.
Otros que lo han encontrado y ya se han decepcionado, piensan:
cuando me separe, entonces seré feliz.
Algunos piensan: Cuando tenga hijos seré feliz y, otros, cuando se
marchen, entonces comenzará mi felicidad.
La vida no funciona así.
Podrá tener riquezas y ser infeliz, estar rodeado de las personas
más amorosas y vivir las circunstancias ideales,
pero eso no
quitará de usted todos sus males.
Es que la felicidad no se descubre al encontrar a la
persona apropiada, sino en ser la persona adecuada. La felicidad no
está en encontrar a quien le haga feliz, sino en aprender a dar
felicidad a los que le rodean.
La felicidad la encuentra la persona que aprende a vivir sabiamente.
Establece relaciones saludables, pone límites, acepta lo bueno y
rechaza lo cuestionable.
Es feliz quien se acerca a las personas sin sospecha pero con
prudencia y se aleja de quienes le hacen daño, sin maltratar pero
con inteligencia.
La felicidad la encuentra quien aprende a usar las cosas y no a las
personas, quien no abusa ni permite el abuso.
No es feliz quien nunca recibe heridas sino quien sabe como
evitarlas y, cuando es imposible, sabe cómo curarlas. No es feliz
quien nunca tiene problemas o todo lo tiene resuelto, sino quien
cuando éstos llegan los enfrenta sabiamente y cuando no puede, busca
ayuda inmediatamente.
Por nuestro propio bien, dejemos de buscar la
felicidad en las cosas, personas o circunstancias que nos rodean
y comencemos a cambiar desde nuestro interior, las actitudes que
nos están afectando.