Hamilton Naki, un
sudafricano negro de 78 años, murió a finales de mayo. La noticia no
figuró en los diarios, pero la historia de él es una de las más
extraordinarias del siglo XX.
El cine lo bautizó como El cirujano clandestino. Naki era
un gran cirujano.
Fue él quien retiró del cuerpo de la donante el corazón para ser
trasplantado en el pecho de Louis Washkamki en 1967, en la ciudad
del Cabo, en África del Sur, en la primera operación de trasplante
cardiaco humano con buen resultado.
Es un trabajo delicadísimo. El corazón donado tiene que ser retirado
y preservado con el máximo cuidado.
Naki era tal vez el segundo hombre más importante del equipo que
hizo el primer trasplante cardiaco de la historia. Pero no podía
aparecer porque era negro en el país del apartheid.
El cirujano jefe del grupo, el blanco Christian Barnard se
transformó en una celebridad instantánea. Pero Hamilton Naki no
podía salir en las fotografías del equipo. Cuando apareció en una,
por descuido, el hospital informó que era un empleado del servicio
de limpieza. Naki usaba chaleco y máscara, pero jamás estudió
medicina o cirugía. Había abandonado la escuela a los 14 años. Era
jardinero en la Escuela de Medicina de la ciudad del Cabo. Pero
aprendía de prisa y era curioso. Cambió e hizo toda la clínica
quirúrgica de la escuela, donde los médicos blancos
practicaban las técnicas de trasplantes en perros y cerdos. Comenzó
limpiando los chiqueros. Se transformó en un cirujano excepcional a
tal punto que Bernard lo requirió para su equipo.
Era un quiebre para las leyes sudafricanas. Naki, negro, no podía
operar pacientes ni tocar sangre de blancos. Pero el hospital hizo
una excepción para él. Se transformó en un cirujano pero
clandestino. Era el mejor. Daba clases a los estudiantes
blancos, pero ganaba salario de técnico de laboratorio, el máximo
que el hospital podía pagar a un negro.
Vivía en una barraca sin luz eléctrica ni agua corriente, en un
gueto de la periferia. Hamilton Naki enseñó cirugía 40 años y se
retiró con una pensión de jardinero de 275 dólares mensuales. Pero
eso no le importó. El siguió estudiando y dando lo mejor de sí, pese
a su discriminación.
Después que el apartheid acabó, ganó una condecoración y un diploma
de médico honoris causa.
Nunca reclamó por las injusticias que sufrió en su vida entera. Pese
a su clandestinidad y discriminación, jamás dejó de dar lo mejor de
si Su pasión por ayudar a vivir.
Gracias, NAKI, por todo cuanto lograste para la humanidad. Hoy tu
obra ha germinado.
Hamilton Naki Christian Barnard